
Una de las consecuencias más evidentes de los atentados del 11-S es el endurecimiento de la política antiterrorista norteamericana, extendiendo a todo el mundo sus operaciones y creando nuevos formas de combatirlo. Una de las medidas más importantes fue la creación de la Prisión de Guantánamo, situada en la base que los americanos tienen en Cuba. La cual ha recibido innumerables críticas por sus más que dudosos métodos para extraer información y por las condiciones en que se encuentran los presos.
Documentos recientes demuestran que es probable que la Administración Bush permita que se practiquen determinados métodos como la privación del sueño o la hipotermia para extraer información a los reclusos, sin que éstos lleguen a ser consideradas tortura. Ante estas acusaciones, el actual jefe de los interrogatorios en Guantánamo Paul Rester dice que nos son torturadores, aunque por el contrario se niega a describir las condiciones en las que se encuentran los reclusos en los interrogatorios. Desde que este centro se abriera en 2002 no ha dejado de crecer el número de reclusos, que actualmente son unos 330 según fuentes no oficiales. De estos, unos 50 presos son sometidos a la semana a largos interrogatorios, entre 80 y cien interrogatorios por semana, para que se cumplir la función por la que creada “ sacar información útil para la seguridad nacional”.
Una de las mayores críticas a esta prisión es la situación legal de los presos ya que no son considerados como tales para no otorgarle los derechos que le corresponden a cualquier preso según la Convención de Ginebra, de la que E.E.U.U. hace el más mínimo caso. Ellos deciden el nombre asignados a estos reclusos: “detenidos” o “combatientes enemigos” categoría superior asignada a los que “representan una amenaza para Estados Unidos o sus aliados”. Este vacío legal en el que se encuentran produce que los “detenidos” no puedan hacer usos de derechos tan básicos como saber de que se les acusa, tener un representante de la abogacía o en algunos casos acceder a los baños.
Pero todas estas críticas no parecen mermar la voluntad de la actual administración norteamericana de suspender la actividad en la base cubana, pues pretende seguir adelante sea como sea, aunque por el contrario, las innumerables pruebas presentadas contra la prisión ha dejado en evidencia la parafernalia montada en torno a la misma . Mientras se espera que instancias judiciales decidan sobre su ilegalidad y su futuro, el trabajo en la base sigue su curso normal sin que las acusaciones de tortura pesen lo más mínimo en los responsables, como lo demuestra las dos sentencias del Tribunal Supremo en las que se insta a la Administración a aplicar a los presos los derechos de la Convención de Ginebra.
Todo el mundo parece estar de acuerdo en el cierre de la base de Guantánamo: Innumerables gobiernos, organizaciones mundiales como la ONU o incluso el mismo Vaticano, pero todas estas críticas sumadas a la mayoría de la opinión de la sociedad parecen caer en saco roto, ya que la administración Bush no tiene intención de colocar el cartel de cerrado. Mientras este momento llega la opinión pública junto con las instituciones de los países no deben de dejar de presionar para que los responsables de esta prisión sin precedentes en la historia sean juzgados por sus decisiones y acciones.
Documentos recientes demuestran que es probable que la Administración Bush permita que se practiquen determinados métodos como la privación del sueño o la hipotermia para extraer información a los reclusos, sin que éstos lleguen a ser consideradas tortura. Ante estas acusaciones, el actual jefe de los interrogatorios en Guantánamo Paul Rester dice que nos son torturadores, aunque por el contrario se niega a describir las condiciones en las que se encuentran los reclusos en los interrogatorios. Desde que este centro se abriera en 2002 no ha dejado de crecer el número de reclusos, que actualmente son unos 330 según fuentes no oficiales. De estos, unos 50 presos son sometidos a la semana a largos interrogatorios, entre 80 y cien interrogatorios por semana, para que se cumplir la función por la que creada “ sacar información útil para la seguridad nacional”.
Una de las mayores críticas a esta prisión es la situación legal de los presos ya que no son considerados como tales para no otorgarle los derechos que le corresponden a cualquier preso según la Convención de Ginebra, de la que E.E.U.U. hace el más mínimo caso. Ellos deciden el nombre asignados a estos reclusos: “detenidos” o “combatientes enemigos” categoría superior asignada a los que “representan una amenaza para Estados Unidos o sus aliados”. Este vacío legal en el que se encuentran produce que los “detenidos” no puedan hacer usos de derechos tan básicos como saber de que se les acusa, tener un representante de la abogacía o en algunos casos acceder a los baños.
Pero todas estas críticas no parecen mermar la voluntad de la actual administración norteamericana de suspender la actividad en la base cubana, pues pretende seguir adelante sea como sea, aunque por el contrario, las innumerables pruebas presentadas contra la prisión ha dejado en evidencia la parafernalia montada en torno a la misma . Mientras se espera que instancias judiciales decidan sobre su ilegalidad y su futuro, el trabajo en la base sigue su curso normal sin que las acusaciones de tortura pesen lo más mínimo en los responsables, como lo demuestra las dos sentencias del Tribunal Supremo en las que se insta a la Administración a aplicar a los presos los derechos de la Convención de Ginebra.
Todo el mundo parece estar de acuerdo en el cierre de la base de Guantánamo: Innumerables gobiernos, organizaciones mundiales como la ONU o incluso el mismo Vaticano, pero todas estas críticas sumadas a la mayoría de la opinión de la sociedad parecen caer en saco roto, ya que la administración Bush no tiene intención de colocar el cartel de cerrado. Mientras este momento llega la opinión pública junto con las instituciones de los países no deben de dejar de presionar para que los responsables de esta prisión sin precedentes en la historia sean juzgados por sus decisiones y acciones.
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